
Velad, pues no sabéis el día ni la hora (Mt. 25, 11).
E irán al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna (Mt. 25, 46).
El alma se separa del cuerpo
Queridos hermanos, ¿han meditado por un instante el momento de la muerte, cuando su alma se separe definitivamente del cuerpo? El alma estará completamente sola, ya no se sentirá apoyada por su cuerpo, estará en una espantosa soledad. Estará frente a toda su vida; ésta pasará delante de ella como una película. No podrá mentir, ni disimular, ni se podrá apoyar en nada absolutamente. Nada podrá ocultar como cuando estaba en el cuerpo. Estará absolutamente sola ante su vida, ante toda su vida, pues nada quedará oculto.
No podemos entender lo que es estar el alma sin el cuerpo. Pero debemos meditar en ello. Porque en ese momento nada tiene sentido, sólo lo que hayamos hecho de bueno.
Vamos a morir irremediablemente, e irremediablemente sólo nos llevaremos nuestras obras, buenas o malas. Nuestra alma acudirá sola al juicio particular, en primer lugar. El alma estará al principio muy asustada, tremendamente asustada sin saber qué ocurre. Nada sabrá. Sólo temor ante lo desconocido. Habrá un silencio indescriptible. Ya no hay nada, solo el alma ante Dios. Toda la vida la verá en un instante, ya no podrá arrepentirse, ni excusarse, ni pedir perdón. No dirá nada porque nada puede decir. Experimentará lo que es la nada más absoluta.
Sólo escuchará la voz de Dios qua la llamará por su nombre. Comprenderá la grandeza de Dios, Su Omnipotencia que todo lo sabe, que todo lo ve, que todo lo escucha. Aunque el alma no se acuerde, Él sí se acuerda. Si el alma no sabe si realizó esto o aquello del agrado de Dios, Él le dirá: ¡Claro que hiciste esto bueno! ¡Claro que hiciste aquello que me agradó!
Pero, ¡oh horror, entre los horrores!, ¡si el alma se separa del cuerpo sin arrepentirse de sus pecados y se presenta ante Dios con pecados mortales! Ya no oirá la voz de Dios, sino la del demonio. ¡Te has condenado alma por tu propia voluntad! Es lo más horripilante que se pueda uno imaginar.
Ha venido la muerte y te ha cogido de imprevisto en tu pecado mortal, no has estado preparado, no te has preocupado por ello; no has pensado en la salvación ni en la condenación; mientras estabas en el cuerpo vivías felizmente como si esta vida nunca fuera a terminar, despreocupada totalmente del juicio divino.
Pero el momento llega y el alma comprueba lo que es estar sin el cuerpo, y experimenta la terrorífica experiencia de su soledad cuando ve la realidad monstruosa de sus pecados mortales y la ofensa que ha infligido al Creador. Se terminó su seguridad y su complacencia en las cosas terrenales. Ya nada le interesan. Sólo la horrible tristeza de su vida de pecado le preocupa. El miedo será tal que ni podrá arrepentirse, aunque ya de nada podrá valer. Oirá la voz horrorosa, terrible y escalofriante del demonio que la llama por su nombre. Todo acabó, empieza la eternidad de dolor y sufrimiento. Lo que era placer, ahora es condenación. El alma se podría haber salvado y no lo hizo.
Almas de niños en el Purgatorio
Queridos hermanos, el Señor quiere muchísimo a los niños. ¿Por qué hay niños en el Purgatorio? Porque camino del Calvario los padres les ponían piedras en las manos de sus hijos y les obligaban a que se las tiraran al Señor. Ellos no entendían por qué, y, al principio remisos, terminaron tirándolas mientras se reían como los mayores. A pesar de su inocencia inicial, terminan actuando con malicia y haciendo el mal.
Los padres educan como quieren a los hijos, los educan en el pecado. Por culpa de los padres hay muchos niños sin bautizar y sin revivir las Sagrada Comunión.
Los niños que en el camino del Calvario le tiraban piedras eran los mismos que Él había sentado en Su regazo y acariciado. Los niños pecaron contra Dios, le apedrearon y se rieron de Él. Son niños, pero pecan al desobedecer, al insultar, al pegar a sus compañeros o hermanos, cuando se ríen de otros niños, cuando dan patadas, cuando rechazan al Señor y no se confiesan, y muchos comulgan en este estado de pecado.
En su pequeño entendimiento deben saber que el Señor está presente en la Sagrada Eucaristía. Están contagiados por el mal. Sus padres son culpables, pero ellos son pecadores.
Los niños pecan y han de confesarse.
Alma limpia de todo pecado.
Queridos hermanos, deseemos que nuestra vida sea inmaculada para que cuando venga la muerte no nos condenemos. El pecador necesita ayuda para ser convertido a Jesucristo, para llevar una vida limpia, transparente, sin mácula de pecado. ¡Sin pecado!
Con gran frivolidad se acude a velatorios donde lo que menos se hace es rezar por el alma del difunto. Cuando alguien fallece necesita imperiosamente oraciones para que el alma tenga esos sufragios en el momento indescriptible en que se separa de su cuerpo definitivamente, en el momento del silencio más absoluto que uno se pueda imaginar, en el momento de angustia ante lo desconocido y nuevo para ella.
Dios es bueno y sólo quiere que el pecador se arrepienta.
El dolor del alma ante lo desconocido, por el bien que pudo hacer y no hizo, por cuanto puedo amar a Dios y no lo amó, ante la realidad de no poder arrepentirse, ante la falta total de valimiento propio, de indefensión más absoluta, ante la voz de Dios o la voz del demonio.
Ave María Purísima.
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa.
Fuente: Adelante la Fe.